martes, agosto 08, 2006

Galicia (Cazadles. Feridles. Dadles mala muerte).

Vuelvo de pasar unos días en Galicia.

Vengo con el recuerdo de unos días maravillosos, en una tierra de paisajes encantadores y de gentes agradables y hospitalarias.

Sin embargo, los últimos días de nuestra visita se han visto ensombrencidos por la ola de incendios que como una plaga de destrucción campa a sus anchas por el territorio norteño.

Recuerdo la noche del viernes y del sábado, escuchando los partes de la Radio Galega, y de RNE 5, con verdadera ansiedad. ¿Cómo era posible? Los bosques que me habían maravillado nada más cruzar desde Zamora, estaban siendo asolados. El sábado por la mañana estuvimos a un km de uno de los focos principales, el de Moaña, donde habíamos ido a visitar la Iglesia románica de San Martiño.

La gente del pueblo iba por las calles, aún con bastante calma, con mesura, con esa calma que me han dicho que es gallega. El aire olía a humo y nos comenzaba a llegar alguna ceniza que otra. Al salir del pueblo en dirección Vilaboa fue cuando vimos las torres de humo. La carretera no estaba cortada y venían coches en el sentido opuesto, con lo cual nos atrevimos a seguir. Al fin y al cabo es una carretera que va pasando por todos los pueblos del litoral de la Península del Morrazo, con lo cual no revestía mayor peligro, aunque la verdad es que teníamos presente la muerte un día antes de dos personas que habían sido atrapadas por el fuego en una carretera comarcal. Desde Domaio la vista era terrorífica y deprimente. Las llamas avanzaban en frente, y al fondo, monumentales columnas de humo y fuego. Nos cruzamos con algún retén que se preparaba para luchar contra las llamas y con alguna persona de protección civil. Lo cierto es que no se veía mucha coordinación, ni presencia de autoridades en las carreteras. Sí que vimos algún hidroavión y helicópteros anti-incendios.


Esa noche en la radio decían que había 14 focos controlados y unos 33 activos. Hoy he oído que había 60 activos. Estamos ante una catástrofe ecológica. Terrorismo ecológico, decía Adela Figueroa, de la asociación ecologista ADEGA, quien reclamaba la intervención del ejército (algo que no me parece mal, de hecho parece ser que ayer por fin se hizo).


Se me revolvían las entrañas oyendo las noticias y viendo con mis propios ojos la muerte de miles de árboles, supongo que la mayoría de ellos centenarios. Estaba claro desde el primer momento que por el gran número de focos y la simultaneidad de los incendios, se trataba de incendios provocados en el 90% de los casos. Eso ni se duda. Lo que no he visto tan explícitamente dicho, a pesar de que saltaba también a la vista desde el primer momento, es la tarea de planificación que ha debido haber detrás de esta repulsiva orgía pirómana.


Estaba bien claro por el número de focos que el objetivo ha sido saturar las posibilidades y medios disponibles para luchar contra el fuego. Creando más de 40 focos simultáneamente, se hizo imposible que se pudieran dedicar recursos para controlar todos los fuegos. Esto no es paranoia, ni consparanoia. ¿Existirá en algún sitio, en una habitación o despacho un mapa de Galicia en el que están marcados todos estos focos? Venga, hombre. Es ingenuo pensar que todo esto ha sido casual. Lo que no sé, y donde no me quiero meter, es en las motivaciones que puede haber detrás de todo esto. En los medios y los mentideros se ha oído de todo: política, urbanización (lo dudo, muchas de las zonas son agrestes y no creo que aptas para la construcción), resentimiento de personas que no han sido contratadas para los retenes (!), mafias (?).


Da igual, el mal está hecho. Pero pienso lo siguiente: descarto que estos incendios hayan sido causados por pirómanos al uso, enfermos mentales con una desviación que les hace cometer estos crímenes. Repito, la magnitud y la escala hacen sospechar en una planificación detrás de todo esto. Y aquí es donde voy: al margen de las motivaciones, está claro que hay algunas personas que han cogido combustible y llama, y sabiendo la que iban a montar, han prendido fuego al monte, además, sabiendo en muchos casos que las llamas iban a tirar hacia zona poblada.

Tenemos por tanto una colección de individuos que siguiendo sus propias motivaciones, o la de otros, han cometido este crimen. Ahí está el primer punto: educación. Sólo una persona a la que se ha fracasado en educar puede estar dispuesta al crimen, si damos por sentado que no lo hace por una necesidad perentoria o simple desviación mental o sociopsicópata. Desgraciadamente, se sigue descuidando la educación de la población desde hace décadas, y por supuesto, sigue existiendo gente sin miras, sin perspectiva, dispuesta a este tipo de actividad delictiva.


Lo sé: ingenuo, necio, no se puede pretender que la educación acabe con este tipo de problemática. Tenéis razón; segundo punto: castigo. Basta ya de permisividad. Castigo ejemplar para el culpable. Llegado a un punto de brutalidad, sólo el castigo evita la repetición de conductas criminales. Imposibilita o dificulta la repetición del crimen por parte del agresor, inhibe la ejecución por parte de otros. ¿Rehabilitación? Sí, pero tras el castigo. Defiendo la protección del inocente frente a la vacua e inútil corrección política, desprovista de sinceridad y honor. Basta de acusaciones, bla bla bla, algo falla. Los humanos claman: haced algo, parad esto, castigad al culpable para que no se repita.


Siguen muriendo árboles y no es una muerte silenciosa. El aullido del viento en las llamas es estremecedor. El sábado anocheció bajo una luna roja y el domingo amaneció una lluvia de cenizas. Yo sé de quién son lágrimas.

PS. Podéis pulsar sobre cada foto para verla ampliada.

3 comentarios:

Carlos Santos dijo...

Permíteme dejar constancia del dolor alojado en mí desde que conozco la existencia de esta serie de infiernos arrojados al bosque.
Es una lástima que de lo que fue un viaje de relajación y contacto con la naturaleza tus fotos revelen una estancia en el Averno.
D.E.P. Galicia verde.

Rydwlf dijo...

Gracias hermano...

Sigue quemándose el bosque y sigo quemándome... pensaba volver a escribir con un tono más positivo pero se me está poniendo difícil...

Salud.

Anónimo dijo...

Lo que ha ocurrido en Galicia no tiene nombre.Galicia calcinada y humillada.
De los bosques de pino, roble y eucalipto sólo quedan las cenizas, dispersas en el aire y los rescoldos humeantes que amenazan con volver a prender.
Atmósfera irrespirable, e
impotencia de sus gentes ante las lenguas de fuego y la desidia de los políticos.
De nuevo otra mancha negra en Galicia, en el alma de los gallegos y en el corazón de muchos enamorados de esta maravillosa tierra.