sábado, abril 17, 2010

El Volcán Islandés

Eyjafjallajökull.

El monstruo de fuego y hielo que ha paralizado la vieja Europa. No es cosa mala. Europa necesita quedarse quieta un rato, mirando la hoguera y oyendo la lluvia en lugar de corretear ajetreadamente por terminales de aeropuerto, ridícula con la americana en un brazo y el móvil pegado a la cabeza.

No nos viene mal recordar que somos poco más que esa ceniza volcánica que detiene motores y agosta cosechas, no nos viene mal reflexionar acerca de qué nos diferencia de la sílice incandescente y hacer valer esa diferencia de forma responsable. Me refiero a la inteligencia. Retroceso, no. Avance y progreso, sí; tecnología, siempre: pero no esta suerte de locura tecnoeconómica de toro cegado atrapado en un laberinto.

Ey: isla, fjall: montaña, jökull: glaciar. "El volcán islandés", siendo rigurosos, debería ser "el volcán bajo el glaciar Eyjafjallajökull" o "el volcán del Eyjafjallajökull". ¿Es, por tanto, tan difícil?

Las televisiones y radios se niegan a pronunciar el nombre. Lo he oido: alguno ha dicho "no le vamos a decir el nombre porque es tan difícil que para qué". Muy bien. Pero resulta que yo creía que era obligación de los medios de comunicación el informar del suceso. Y eso incluye el nombre del lugar del suceso. Los medios de comunicación no han cumplido su obligación. Lo peor, es que lo hacen porque asumen que el oyente, el ciudadano, es al menos tan tonto e incapaz como ellos. "Si nosotros no somos capaces de pronunciarlo, ustedes menos". Y asumen que no hace falta. Para qué interesarse por algo tan ajeno a lo de todos los días. Siga usted con lo de siempre, la vida fuera del establo es demasiado complicada.


No me gusta que me llamen tonto. Soy capaz de pronunciar Ibrahimovic; Bayer Leverkusen; Fenerbahçe. Eso sí que lo oigo en la radio todos los días.