En homenaje a los que han entrado hoy a ver si había alguna actualización en este descuidado blog, y en memoria de los rigurosos calores que estamos soportando, escribo hoy esta entrada corta.
Vití es el nombre de uno de los infiernos norteños. En este caso se trata de un lugar real. O mejor dicho, coexiste en varias realidades, la mitológica y la material, porque reside en un lugar donde las fronteras entre ambas convenciones se funden.
Hay un lugar en las tierras altas del centro de Islandia que sólo es accesible durante unos pocos meses al año. Un lugar tan remoto y extraño a nuestra experiencia común, que se eligió como lugar de entrenamiento de los astronautas que iban a pisar la Luna en el programa Apolo. Ese lugar se llama Askja, o "Caldera" en Islandés. Se trata de un área volcánica que se encuentra a 1.516 metros de altura, a 65º01' Norte, 16º45' Oeste. Sólamente puede llegarse a la zona en la parte más calurosa del año, normalmente durante 2 ó 3 meses al año. A pesar de ello, esos breves intervalos han sido suficiente para que se convierta en algo así como un destino turístico para los amantes de lo remoto, aunque para alcanzarlo hay que atravesar 100 km de carretera sin pavimentar, y una caminata de casi 3 km desde la última zona accesible con coche.
Askja es en realidad un conjunto de calderas anidadas dentro de las montañas Dyngjufjöll. En Askja se encuentran dos lagos con cualidades curiosas. Por un lado, Öskjuvatn es el lago más profundo de Islandia, alcanzando una profundidad de 22o metros. Su superficie helada es de 12 km², llenando la extensión de la caldera más pequeña que se formó en una erupción que tuvo lugar en 1875.
No lejos se encuentra Vití, un cráter de aproximadamente 100 metros de diámetro formado en la misma erupción, que contiene un lago de agua azulada, sulfurosa, caliente, en la que puede nadarse cómodamente como en una sopa espesa y primigenia, entre formaciones de lava que toman formas que desafían la imaginación. En ocasiones se da el caso de que nieva: es digno de ver la furia de la ventisca ceder ante el poder de las temperaturas templadas, fundiendo los copos de nieve a pocos centímetros de la superficie del lago, a 40º C mientras todo alrededor se congela. Así no es difícil imaginar el principio del mundo, la batalla entre el hielo y el fuego, que es el alma de la propia Islandia.
La violencia de la erupción de 1875 es difícil de imaginar, mucho menos cuando se comprueba que se originó en un área poco mayor que un estadio de deportes. Sin embargo, provocó la primera oleada de emigración islandesa hacia América. El terrorífico espectáculo de la erupción habría sido pavoroso y alucinante, si alguien lo hubiera podido presenciar sin desaparecer abrasado y sepultado por el material volcánico expelido. Las cenizas volcánicas alcanzaron Noruega el 29 de Marzo, lunes de Pascua ("Anoche, entra las ocho y las diez, cayó arena grisácea, fina, con la lluvia, formando una capa de varios milímetros de espesor que se adhirió a los paños de las ventanas y los muros de la casa", anotó el farero de la isla de Ona). Poco después llegaron a Suecia, Letonia, incluso a San Petersburgo y Moscú. Las patatas irlandesas, esa primavera, cayeron enfermas, provocando una nueva crisis alimenticia que recordó a la reciente de 1840. El nombre de Vití, "Infierno", se lo pusieron los propios islandeses a este cráter que aún hoy día (la última erupción fue en 1961) permanece como una puerta al Otro Mundo.
2 comentarios:
Gracias por tu -como siempre- sugerente, evocador, interesante e inspirador homenaje...
¡Hum!
Yo pensaba que con esta entrada homenajeabas cierta situación en una tienda de campaña en Asturias... :)
Escribe, señor Rydwlf, de una %$@# vez; al menos a ti te leen...
Love ya brother.
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