miércoles, febrero 18, 2009

Sobre Angélica Gorodischer

En mi mesa de noche descansa "Bajo las Jubeas en Flor", de Angélica Gorodischer. En la estantería del salón, "Kalpa Imperial". El primer libro lo compré en el Rastro de Madrid hace 10 años, más o menos. El segundo, está precintado, sin abrir, desde mi última visita a Ateneo, en Alicante.

Angélica Gorodischer es una heredera legítima de Borges, de Casares, que mira a las estrellas con un semblante despierto y reposado, y no se atemoriza por imaginar entre la belleza del cielo nocturno las evoluciones de un crucero estelar.
Celebro que no ha muerto, ella que nació en el 28, y renuncio a buscar su imagen en Internet, porque no me interesa su rostro, sino su tinta, su elección sobre el papel y el momento de la tarde en que escribir, sus paseos al sol (su prosa es furiosamente solar) donde germinaron verdades eternas sobre el pensamiento o lo que es lo mismo en este caso, historias.

"Bajo las Jubeas en Flor" es un compendio de relatos publicado por Ultramar Editores en 1987. Es ciencia-ficción, pero es más realismo mágico que se transfigura en ciencia ficción, o ciencia ficción experimental que se convierte en realismo mágico, con su genuino sabor hispanoamericano. Sirvan como ejemplo estas frases de uno de los primeros párrafos de "Onomatopeya del Ojo Silencioso":
- Es una tormenta -me decía Laventor acentuando el verbo, levantando las cejas, tozudamente convencido de que no era posible que no le creyeran-, lo que pasa es que usted piensa en tormentas en términos de rayos y truenos.
Era cierto y para mis adentros yo bendecía las palabras como tormenta que, yo creía, querían decir esa cosa, tormenta, y nada más.
- Pero es que hay muchas clases de tormenta. Tormenta es todo lo que altera profunda y violentamente las más de las veces, la normalidad del clima. Mire ese polvo.
Yo miraba ese polvo.
- Se podría decir que toda tormenta es una enfermedad; en este caso parece que crónica.
Era Laventor el que decía eso, en mi honor. Laventor era el único hombre feliz entre los aracnéusidos (...).

Hay sólo 6 relatos en el libro, aunque uno de ellos, "Veintitrés Escribas", cuenta por muchos. Es un experimento cuyas componentes merecen por si sólas la admiración; ponderar el resultado del mismo es cosa de cada lector. Los restantes son "Bajo las Jubeas en Flor", genial lectura, donde se narran las consecuencias de una omisión y una atrocidad justificada; "Los Sargazos", donde no es difícil percibir la influencia de "El Aleph" de Borges; la mencionada "Onomatopeya del Ojo Silencioso", quizá la más clasificable como ciencia-ficción, que estima una inversión de lo que atribuimos a cuerpo y alma; "Los embriones del violeta", donde se escribe sobre un antiguo sueño humano, quizá tan antiguo que sea más animal que humano, más vital que animal (la clave del relato es una suerte de acertijo dentro del texto que puede ser resuelto con éxito. Fallé al intentarlo; afortunadamente también se revela la solución). Por último, "Semejante Día", el relato final, es una pequeña exploración de un espacio temporal de unas horas, y presenta una partida de un juego inventado pero posible, el Yitu.

Leeré "Kalpa Imperial", pero no sé cuándo. Permanece fuera de la pila de libros pendientes; ignoro si significa que está condenada a una espera indefinida o que tiene prioridad sobre aquélla. Conociéndome, la pila no significa nada más que una forma fácil de diferenciar lo pendiente de lo conocido, pero sus fronteras son difusas; su propósito, cuestionable. Hace años, quizá una década, leí "Bajo las Jubeas en Flor"; buscando en esa época prosa más inmediata, me gustó pero no me impresionó. La relectura ha sido dulce. Quizá lea "Kalpa Imperial" mañana, lo encuentre deplorable, y sin embargo dentro de 10 años disfrute su relectura. El kalpa es un periodo de tiempo inaudito que nos enseñan las religiones orientales: En el Budismo existen cuatro tipos diferentes de kalpas. El kalpa de uso más común dura unos 16 millones de años. En el Hinduismo, un kalpa equivale a 4.320 millones de años.

Mi mente fatigada hila otro recuerdo. Termino así con otra Angelica de imborrables memorias, un momento en la eternidad: esta canción de Anathema, de plena Época Dorada.


Where are you tonight? / Wild flower in starlit heaven / Still enchanted in flight...