lunes, junio 16, 2008

La Lingua Ignota de Hildegard Von Bingen

Hildegard Von Bingen fue una mujer del Renacimiento mucho antes del Renacimiento. Nacida en el año 1098, ejerció a lo largo de su vida de abadesa, escritora, consejera, lingüista, naturalista, filósofa, médica, herbalista, poeta, visionaria y compositora.

Muchos conoceréis a Hildegard Von Bingen por vuestras lecturas o vuestra música favorita. De hecho, Garmarna, el excelente grupo sueco de folk, publicaron un trabajo con su nombre en el 2001, con composiciones basadas en las originales de Hildegard.

Hildegard Von Bingen fue una mujer notable y seguramente volveremos a hablar de ella en alguna ocasión, pero hoy quisiera hablar de su labor como lingüista, sus visiones y su amor por la música, esferas de su vida que se combinaron en lo que ella misma denominó como Lingua Ignota.

Del amor por la música de Hildegard no hay duda que disipar. Además de sus brillantes y numerosas composiciones, resplandece en la historia de la música su Ordo Virtutem, un auto sacramental musicalizado que es considerado el germen del género operístico. En su Epístola XXIII defiende la música desde un punto de vista teológico; esta Epístola surge como defensa ante un castigo de la Sente Sede. Murió un hombre excomulgado; esta condición le negaba el ser enterrado en suelo santo, a lo que Hildegard se opuso, aduciendo que el finado se había reconciliado con la Iglesia antes de morir. La Santa Sede condenó al monasterio a que ninguna música, desde campanas a cancioncillas tarareadas, sonasen en él; crudelísimo castigo para un alma que vivía en la música. Finalmente, se reconoció gracias a otros testigos la versión de Hildegard. La pena se levantó. Queda la Epístola como mesurado remolino de furia y claridad.

Cerca del cambio de siglo, Hildegard produjo su Lingua Ignota ("Lengua Desconocida" en Latín), un idioma inventado por ella, una de los primeros lenguajes artificiales, por tanto. La descripción del idioma, que básicamente consiste en la enumeración de 1011 palabras que ella compiló en la obra Lingua Ignota per simplicem hominem Hildegardem prolata, (la referencia a que la obra va dirigida al hombre sencillo no debe tomarse como una arrogancia; el significado de simple o sencillo en la Edad Media no tenía connotaciones negativas) puede comprobarse en el Códice Wiesbaden (y también en un manuscrito berlinés).

La Lingua Ignota es básicamente un Latín al que se le ha sustituido el vocabulario por uno propio que diseñó Hildegard. La lengua tiene su propio alfabeto, las letterae ignotae o "letras desconocidas" (ver imagen de la izquierda). Con qué intención o persiguiendo qué meta se creó esta lengua, no se conoce a ciencia cierta. En el siglo XIX se pensó que sus motivos eran la creación de una lengua perfecta, capaz de servir de vehículo a todas las gentes y pueblos. Más tarde, se convino que se trataba de una suerte de lenguaje personal. De tal modo las teorías, muchas veces, se avienen al sentir general de una época. Es plausible que, del mismo modo que su música inaudita, la invención de la lengua le llegara a través de la inspiración de la que ella misma hablaba con prudencia y humildad (hasta 1141, año en que finalmente interpretó que sus visiones debían ser hechas públicas y comenzó el Scivias ("Conoce los caminos"), completado 10 años después, decidió no contárselas más que a su tutora Jutta von Sponheim quien a su vez se lo comunicaba al otro tutor de Hildegard, Volmar). Inspiración divina o deseo de tener un lenguaje capaz de expresar los matices que ella encontraba en la música, en sus visiones o en su propia vida. Matices que lenguas sin embargo nobles, poderosas y elevadas como el Latín no eran capaces de pintar y describir.

Sin saber si alguien se interesaba realmente por esta invención, de lo que hay pruebas es de que otros en el entorno cercano de Hildegard conocían la existencia de esta lengua, y no veían nada que no fuera encomiable en ella. Así, su tutor Volmar, en una carta le escribe ubi tunc vox inauditae melodiae? et vox inauditae linguae? Es decir: "¿dónde, entonces, están las melodías nunca oídas? ¿Y dónde la voz de las lenguas nunca oídas?".

El glosario de la Lingua Ignota está compuesto en jerarquía. Primero se describen las palabras para Dios (aigonz) y los ángeles (aieganz), y otras palabras acerca de lo divino; posteriormente se describen las palabras para el mundo de los hombres (jur es hombre, vanix mujer), las relaciones familiares, las partes del cuerpo, enfermedades, profesiones sacras y seglares, las profesiones y artes, los días, los meses, las plantas, enseres y algunos pájaros e insectos. No hay descripción de los mamíferos, salvo el murciélago (ualueria), que en la órbita del pensamiento medieval se considera un pájaro, así como el grifo (argumzio). Gramaticalmente, en el vocabulario hay prueba de composición y derivación por sufijos (peueriz "padre", peuearrez "patriarca")

Como para confirmar lo íntimo de esta maravillosa perla lingüística, sólo se conserva un texto en el que aparece empleada la Lingua Ignota. En él se entrelazan algunas palabras en esta lengua dentro de un marco en Latín. Sólo una de ellas (loifol, "pueblo") aparece en el glosario; por tanto, el párrafo está abierto a nuestra imaginación:

O orzchis Ecclesia, armis divinis praecincta, et hyacinto ornata, tu es caldemia stigmatum loifolum et urbs scienciarum. O, o tu es etiam crizanta in alto sono, et es chorzta gemma.

¿Cómo llegar al sentido de esta frase? Podemos adentrarnos en ese mundo de resonancias místicas traduciendo del Latín, dejando las palabras en Lingua Ignota sin hacer más referencia que al caso en que aparecen declinadas:

Oh, orzchis Iglesia, ceñida con las armas divinas y adornada con jacinto, eres la caldemia de las heridas del loifol, y la ciudad de las ciencias. Oh, oh, tú eres la crizanta en altos sones, y la chorzta joya.

Barbara Newman, en su libro Sister of Wisdom: St. Hildegard's Theology of the Feminine (Berkeley, University of California Press, 1987) aventura que orzchis es "ilimitada", caldemia "fragancia", crizanta "ungida" y chorzta "resplandeciente". Es ésta una posibilidad no descabellada, aunque para mi caldemia me inspira más un bálsamo, o algo que cura y alivia (ya que se habla de heridas en el texto).

Posibilidades, al fin y al cabo, y palabras en las que cada uno encontrará un sentido y un significado. Quizá lo más evocador de estas líneas y estos sonidos sean precisamente que nos son desconocidos. Puede que lo más avisado sea no procurar una tradución de la Lingua Ignota a nuestras lenguas modernas, ni a ninguna lengua, sino sólamente dejarse llevar, iluminar por esas sonoridades y captar el momentáneo resplandor de una inspiración, de una asociación que no acertamos a expresar; no es imposible que ése sea el fin último, divino o humano, de esta Lengua Desconocida.