jueves, julio 21, 2005

Caronte

Leí ayer en el diario que en el MIT habían conseguido fotografiar la luna de Plutón. Porque Plutón (Pluto en inglés, dios griego de los muertos, rey del Hades o inframundo) tiene un satélite llamado Caronte (o Charon como gustan llamarlo los angloparlantes).


Cuando yo era pequeño, los libros decían que Plutón no tenía satélites.
De hecho, mucha gente no se ha enterado aún de que es así. Pregúntaselo al que tienes al lado. No creo que lo sepa (pero puedes preguntarle por el resultado de hoy en el Tour o cómo les va a los personajes del programa de TV de turno).

Luego encontré que cuando estudiabas aquellos temas tan divertidos (a mi me gustaban) sobre el Sistema Solar, el Universo, etc, al hacer el típico listado de los planetas, Plutón empezaba a aparecer con su luna.

Caronte, el barquero. En la mitología griega es un personaje un tanto oscuro. Llevaba a los muertos en su barcaza, permitiéndoles cruzar el Styx, el Estigio, un río insalvable. Por eso se ponían monedas bajo la lengua de los muertos, para que Caronte tuviera su paga en el otro lado (lo cual, por otra parte, imagino le habrá venido de perlas siempre a los arqueólogos).

Uno se pregunta cómo sería estar un rato en la superficie de Plutón, viendo Caronte, o de Caronte, viendo Plutón. La verdad es que con este calorazo del verano, eso de los 44 grados Kelvin de media no suena tan mal. Y debe de ser un lugar fascinante... Caronte está 20 veces más cerca de Plutón que la Luna de la Tierra. Igual se puede dejar caer uno desde la superficie de uno de los dos cuerpos celestes al otro. Si se tiene tiempo (unos milenios), la gravedad paga el billete. Me han dicho que desde allí el Sol se ve como una estrella más, como las vemos nosotros por la noche, quizá un poquito más amarilla que las demás, quizá un poquito más brillante. Pero no mucho, no te vayas a creer.

Ya sé que en el tiempo de una vida no tiene importancia cuánta agua haya congelada en la superficie de Caronte, o si fue arrancado por el impacto de un meteorito brutal al impactar con Plutón,... ya sé que esas cosas no tienen ningún alcance en la vida de una persona normal, y que el resultado del Tour, o cómo le ha ido a los de Los Serrano, pues oye, es ocio, me relaja, etc. etc. Si yo no digo que no. Pero a mi me gusta más Plutón y Caronte. Dentro de unos siglos, ¿quién se acordará del Fiti? Plutón y Caronte seguirán bailando en el borde de eso a partir de lo que se nos pierden por completo las referencias, eso que llamamos como intentando hacerlo más nuestro, menos ajeno y aterrador por incomprensible, Sistema Solar.

martes, julio 05, 2005

Arte de la Caligrafía Oriental

Buenas,

Vivimos muy rápido. ¡Qué le vamos a hacer! Pero por vivir rápido, pasamos por encima de un montón de detalles, de cosas que están ahí y raramente advertimos. ¿Pensamos muy a menudo en las letras, en los caracteres que usamos a diario, que leemos y escribimos casi sin pausa? Porque a pesar de estar en una cultura que quizá sea cada vez más iconográfica o pictórica, ¿quién se atreverá a dudar del poder de la letra escrita?

¡Las letras! Un ejemplo claro de objeto que esconde detrás suyo milenios de historia... escriba lo que escriba, ¿qué puedo decir de las letras? Toda la civilización se sustenta en el poder de la escritura.

Bueno, centrándome. Quería decir que una de las cosas que nos perdemos por vivir tan deprisa es el arte de la composición de la letra como objeto artístico. Ese arte de la composición era algo fundamental en otros tiempos. No hay más que echar un vistazo a los manuscritos medievales para darse cuenta de ello. El carácter escrito ya no se considera muy a menudo como objeto artístico, si exceptuamos la capacidad artística que nos confiere el poder elegir el tipo de fuente en nuestro editor de texto, o ciertos ejemplos de dudosa calidad que casi siempre tienen un objetivo publicitario.

Puede ser que esta renuncia a las posibilidades artísticas de la letra como trazo dibujado sea algo particular de la civilización occidental. Por lo que he experimentado en mis contactos con gente de Oriente, allí la mentalidad es otra. Por un lado, viven deprisa como nosotros, o puede que más, pero por otra me da la sensación de que siguen fijándose más en los detalles... esto puede ser consecuencia de la escritura, precisamente. Un oriental, sólo por su forma de escribir, está más acostumbrado que un occidental a observar y obtener una información concreta a través de la aglomeración de informaciones separadas. Es un proceso de síntesis. Las "letras" orientales suelen ser en muchos casos aglomeraciones de distintos trozos (llamados radicales) cada uno de los cuales aporta un pedazo de significado al conjunto. Un amigo que estudia japonés me comentó en una ocasión que un detalle casi nimio en un carácter, como una prolongación, o un trazo orientado a izquierda en lugar de a derecha puede hacer variar el significado del carácter. Al estudiar la escritura japonesa, la caligrafía japonesa, te acostumbras a fijarte más en tu entorno en general.

En cualquier caso, a lo que iba: en Oriente hay todavía una gran tradición artística basada en la caligrafía (caligrafía, si no me equivoco, viene del griego "escritura perfecta"). Existen escuelas de caligrafía, cada una de las cuales hace hincapié en un aspecto de la escritura. Hay personas que dedican gran parte de su vida a alcanzar la perfección en el trazo de estos caracteres. En general, la mente occidental no suele estar acostumbrada a las formas visuales orientales. El efecto que suelen producir en nuestra mente el ver una página escrita (por ejemplo, un periódico, pero también un grabado antiguo) en algún sistema oriental como el chino, el coreano o el japonés, es el de saturación, cansancio. Esto también pasa cuando visitas alguno de estos países: los efectos de luces, colores chillones y variados, y símbolos que tu cerebro se esfuerza por interpretar, te acaban dando dolor de cabeza.

Sin embargo, creo que la contemplación de algunos de estos símbolos aislados, sin formar parte de un texto completo, da cierta paz y una sensación de una belleza que nosotros, de alguna forma, hemos perdido en parte.